28 de julio de 2016

Relato #10 - AHORA NO ES EL MOMENTO



-Ahora no es el momento- se auto convenció Pablo al mirar a Miriam beber otro sorbo de su copa de vino blanco. 
Miriam lo miró y le regaló la sonrisa más bonita que él había visto nunca, sus ojos brillantes le hacían ver que en ese instante ella era feliz. Eso le acobardó, en realidad venía asustándole desde el primer día que se conocieron.

Se acordaba perfectamente de esa mañana, en clase de pintura, un sábado más en su vida, y al rato de empezar la clase entró ella, su pelo largo rizado caía sobre sus hombros, recubiertos por los finos tirantes de su vestido verde, el cual conjuntaba con sus ojos esmeralda. Al entrar se excusó por el retraso "No encontraba el aula" dijo intentando enmascarar una sonrisa nerviosa. Se sentó al fondo, en el único lugar vacío. 

De ese día hacía ya un año y medio. Fue Miriam quien dos semanas más tarde le preguntó a Pablo si no le importaba acompañarla después de clase a comprar material, porque según ella "no acabo de acertar con los pinceles y las pinturas". Obviamente el aceptó de inmediato y después de aconsejarle sobre todo el material necesario ella le invitó a una cerveza, "por las molestias". Desde entonces todos los sábados, después de clase se quedaban tomando una.

Conectaron enseguida, Pablo se sorprendió al darse cuenta de lo mucho que tenían en común, lo que más le llamó la atención de Miriam fue su ironía, y como entre ambos surgió una conexión desde el primer minuto de conversación. Por primera vez dejó de sentirse estúpido al poder contar las historias inverosímiles que tanto le gustaban, y que ella atentamente escuchaba. No se quedaba pasiva en estos casos, Miriam replicaba con una imaginación que a Pablo llegaba incluso a excitar. 

No todas las conversaciones eran divertidas, al cabo de unos meses tenían tanta confianza que empezaron a profundizar en sus vidas. 
Desde que su mejor amigo Ángel murió en un accidente de moto hace ya dos años, Pablo no hablaba con nadie de sus sentimientos. Sin embargo algo le impulsó a no dejarse ni una coma de su pasado cuando hablaba con ella, y apreciaba que fuera recíproco. 
Así fue como ella le contó que estaba divorciada, que había sufrido maltrato psicológico por parte de su ex pareja y que gracias a su familia y a una amiga consiguió reunir las fuerzas necesarias para separarse y comenzar una nueva etapa a sus 35 años. Y que justamente por eso se había apuntado a las clases de pintura. Le interesaba el arte desde hacía unos años, pero "El" como Miriam llamaba a su ex marido en tono despectivo, entrecerrando los ojos y con una muesca de repulsión en los labios, se encargó de quitarle esa ilusión de la cabeza aludiendo a su "mal hacer" en todo aquello que se proponía intentar.

Pablo no podía reprimir acercarse a ella, cogerle de la mano y apretársela con firmeza, en señal de apoyo, mientras con la otra apretaba fuerte el puño e intentaba reprimir el chirrío de rabia que producían sus dientes al apretarlos y mover la mandíbula. Siempre le regalaba un abrazo silencioso, algo que ella agradecía con su mirada al separarse. 

Los meses pasaban y Pablo, aterrorizado por los sentimientos que le desbordaban, buscaba excusas para no enfrentarse cara a cara con una posible negativa de su dulce pelirroja. Nunca tuvo suerte en el amor, su primera novia, Ana, le utilizó para poner celoso a otra persona, y cuando consiguió su objetivo, casi sin mediar palabra le dejó. Pablo lo pasó mal, aún recuerda con cierta tristeza, la ilusión del primer beso, y también que se lo dio delante de ese otro chico. Años más tarde, se enamoró perdidamente de Marta, y fue Ángel quien le dio el empujón necesario para atreverse a pedirle salir. ¡Que jóvenes eran! Y que chica tan falsa... por aquel entonces Pablo ya había acabado los estudios de ingeniería y trabajaba en una empresa, tenía un buen puesto y un buen salario, Pablo era muy bueno en aquello que hacía, y en la empresa era muy valorado. La de viajes que hicieron juntos...todo pagado por él, y eso que a él nunca le había gustado viajar, pero ella era asidua a una agencia de viajes y sin más le pedía que se fuesen a Turquía, Inglaterra, Europa, incluso Nueva York.

-Tienes que complacerme en todo, por algo soy tu novia- decía ella. No se contentaba solo con el viaje, generalmente iba sin maleta y en destino compraba una y la llenaba de ropa, complementos y regalos. Pablo estaba tan enamorado que no veía que por segunda vez estaban utilizándole. Hasta que la empresa quebró, se quedó sin trabajo, sin dinero, y obviamente sin pareja. Pero con mucho mundo recorrido, quizá lo único bueno de aquella relación.
Entre ambos noviazgos, Pablo coleccionaba un sinfín de negativas, algunas amables de buenas chicas, otras crueles de aquellas niñas mimadas altaneras que se creían con derecho a hacer daño por ser monas. 
-Pero, ¿tú te has visto en el espejo? -No sé cómo te atreves ni a hablarme -¿Tu y yo? ¿Es una broma? Incluso recuerda como una chica rubia simplemente le miró de arriba a abajo y se dio la vuelta, al hacerlo el pelo largo y liso le dio en la cara. 
Tenía un muro demasiado alto que derribar, y unos cimientos bien armados, sin Ángel no veía el camino, había sido su gran apoyo desde que tenía uso de razón.

Y sin embargo Miriam lo miraba siempre con ilusión, con alegría, con dulzura. Se preocupaba por sus problemas, a los cuatro meses de conocerse, Pablo se quedó enganchado por culpa del lumbago, ella le visitaba dos veces al día, haciéndole incluso la comida. Su compañía se convirtió en imprescindible, sus conversaciones, su sonrisa, su mirada... 
Lo sabía desde el principio, estaba enamorado de ella, pero el miedo siempre ganaba la batalla y conseguía acobardarle cuando encontraba el momento idóneo para confesárselo. Estaba seguro que los sentimientos provenían de ambas partes. Qué ironía, la misma con la que los dos se sentían tan a gusto. 

No recordaba cuantas veces había quedado con ella con la intención de poder confesarle sus sentimientos, en realidad sí que lo recordaba, esta noche era la quinta. Se había esmerado en elegir bien la ropa, pantalón beige y camisa marrón oscura. Había ido por la mañana al barbero para que le cortara el pelo con cuchilla, siempre le había quedado mejor ese corte que el de la peluquería, y hoy quería impresionarla. Cenaron en un restaurante que Pablo eligió de antemano, donde las mesas estaban suficientemente apartadas unas de otras, era un ambiente romántico, y la ocasión lo requería.
No pudo evitarlo, durante toda la cena sus piernas no dejaron de temblar, al contemplarla. Lucía un pantalón negro ajustado y una blusa de seda verde palo, ese color decididamente le sentaba de maravilla, los rizos le caían en cascada libre, brillando cada vez que movía su cabeza. 

Miriam cogió su copa de vino blanco y muy ilusionada se acercó a Pablo como si quisiera contarle un secreto. Le dijo que esa mañana lo había vuelto a ver, a "El", que habían hablado y que ella por primera vez se sintió con las fuerzas suficientes para no bajar la mirada ni la cabeza. Lo había mirado directamente a los ojos y le había dicho que dejara de llamarla, de buscarla, que ya no le tenía miedo, que la dejara en paz. Que ahora que estaba sola era feliz. Por fin era libre. Estaba radiante, sonreía sin fin, era un día de celebración para ella, era su día, "ahora no es el momento" fueron las palabras que resonaron en la cabeza de Pablo. 

Esa noche, al dejarla en la puerta de su casa después de su habitual abrazo que siempre le dejaba paralizado, se dio cuenta que nunca sería el momento, a sus 40 años supo que jamás sería capaz de vencer al miedo.



6 comentarios:

  1. ¡que belleza! me ha encantado. Gracias por seguir escribiendo.

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    1. Gracias a ti por seguir leyendo h comentando! 😍😘

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  2. Que hermosooooo y triste, me ha encantado.
    cdc

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    1. Muchas gracias! Desgraciadamente es algo que a día de hoy sucede con demasiada frecuencia...

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  3. Ohh, qué triste, pero me ha encantado

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    1. El miedo en ciertas ocasiones nos come por dentro...a mí también me parece triste, y tan real...

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