La media noche acechaba al tiempo que despertaba la luna. Noche de misterio, oscuro deseo el que los dos teníamos, expectantes por el encuentro programado.
Podía más el deseo que el temor a ese encuentro. El morbo de lo desconocido despertaba en ti unas ganas desmesuradas por compartir conmigo tu secreto, por disfrutar de mi guía, por abandonarte por completo, como habías hecho en tantas y tantas ocasiones, pero esta vez de una especial manera.
Una frugal cena aderezada con un vino blanco afrutado nos hizo distendernos y prepararnos para la velada. Tras el postre, con una copa de suave licor. Se acabó la inocencia y comenzó la perversa lujuria.
El olor intenso del cuero, y ver ese despliegue de juguetes preparados, con todas sus posibilidades, te hizo girar la cabeza buscando mis ojos, apreciando en ti una mirada de sorpresa inquietante. Sellé tus labios antes de que dijeras nada con la yema de mi dedo índice y te susurré al oído:
-Tranquila, no temas. No pasará nada que no desees. Me mueve darte placer, no hacerte sufrir- y sentí que mis palabras todavía te inquietaron y despertaron si cabe aún más tu curiosidad.
Tapé tus ojos con un antifaz de negro cuero, privándote del sentido de la vista, obligándote a agudizar el resto de ellos. Me puse frente a ti y acerqué mis manos al botón superior de tu blusa, lo que te hizo buscar mi cuerpo con tus manos, agarrándote a mi cinturón. Lentamente la desabotoné, botón a botón, Tu respiración se agitaba. Tiré, con un fuerte y seco golpe, de los faldones sacándolos hacia arriba del interior de tu falda, sobresaltándote por un segundo.
Quedaron tus pechos a mi alcance, cubiertos por la blonda de tu sostén. Me sentiste rodeando tu cuerpo, quedando a tu costado, a la vez que tu corazón se aceleraba. Pasé a la vez mis dedos entre tu cuerpo y la falda, uno a la altura de tu ombligo, el otro en tu espalda, y los deslicé suavemente hacia tu cadera. Encogiste el estómago al sentir el roce en tu piel. Desabroché la cremallera y el corchete y tu falda cayó a tus pies.
Me puse a tu espalda y guié tus manos hasta el mueble, a lo largo del cual extendí tu cuerpo, y quedaste hecha una perfecta escuadra. Pasé dos dedos por tus caderas, pinzando la estrecha franja de tela de tu tanga y al tiempo que me agachaba la deslicé hacia tus tobillos.
Contrajiste tus nalgas al sentir mi aliento en el desfiladero que tus redondeces forman y un suspiro ahogado se escapó de tu garganta al encoger tu estómago, previendo lo que se avecinaba.
El contacto de mi rostro entre tus rodillas te hizo separar los muslos, deseando que el avance de mi lengua sobre tu piel no se detuviera hasta alcanzar tu rincón más delicado. Suave sabor y delicado aroma el que tu entrepierna desprende cuando el celo te invade. Lengua húmeda que recorre tus rincones de norte a sur de tu geografía. Caderas que comienzan a moverse de izquierda a derecha buscando el roce placentero, nalgas que se elevan buscando la caricia más profunda, humedad que baña mi rostro y me incita a seguir.
Tu respiración se acelera a la vez que mi boca profundiza en su trabajo, alcanzando rincones todavía no explorados. Contraes tu pequeño orificio al sentir mi aliento sobre él. Mantienes tu tensión mientras mi lengua dibuja círculos a su alrededor, mientras presiona tu entrada, mientras las fuerzas te mantienen viva. Largas pasadas, húmedas caricias que te hacen aflojar, lentos mimos que, poco a poco, te van relajando.
Pierdes mi contacto y te inquietas. Sientes mi boca en tu oído susurrándote:
-¿Sigo?
-No pares- respondes.
Y el sonido seco del plugin más pequeño contra la madera te anuncia el comienzo del baile.
Sin esperarlo sientes la cabeza roma del frío metal entre tus nalgas. La leve presión agita tu respiración. Sientes ese bombeo rítmico y constante, suave. Sientes esa presión que poco a poco relaja tu esfínter, y de repente la pierdes. Vuelves a inquietarte y das un respingo al sentir un calor especial sobre tu ano, calor lubricante y viscoso que te ayudará a conseguirlo. Sientes de nuevo el metal sobre ti, ya templado por el calor de tu cuerpo. Lo sientes acariciándote, rozándote y la sensación te gusta…, y te excita. Suave presión de nuevo, aprietas…, presiono, aprietas…, mantengo, relajas…, empujo y el plugin se desliza por tu ano a la vez que gimes con timidez.
Sientes un extraño placer que provoca que tus labios se abran por completo, brillantes y húmedos por el líquido que mana de tu interior.
Dejo que te relajes y apoyo un dedo sobre la parte visible del juguete, haciéndolo vibrar con mi mano. Te estiras como una gata y comienzas a mover tus caderas con desesperación. Sujeto la cabeza del metal y ejerzo tracción, sientes que sale y te hace parar. Arqueas las nalgas, aprietas…, mantengo, aprietas…, mantengo, relajas y el plugin sale de ti haciéndote exhalar ruidosamente.
Pierdes el contacto de nuevo y vuelves a inquietarte. Mi voz susurra de nuevo en tu oído:
-¿Estás bien? ¿Continúo?-
-Sigue, por favor.- dices sin dudarlo. Y otro sonido seco te hace presagiar que hay cambio de juguete.
Notas mi presencia en tu espalda, agachado entre tus nalgas y de repente contacto, algo hurga en tu estrecha entrada. El tacto es distinto, aterciopelado, suave, cálido. Presiono ligeramente y sientes que algo te invade. Entró bien y lo dejo quieto. Inspiras profundamente y dejo que pasen unos segundos. Te relajas. Muevo en círculos el dildo y comienzo a presionar. Sin prisa, y tu ano se relaja, el juguete se engrosa cada vez más, pero permites que entre el segundo tercio. Estiras tu cuerpo y por tu cabeza pasa cuánto faltará por entrar. Te doy tu tiempo y pronto el goce se hace más que evidente. Me haces saber tu disfrute y comienzo a moverlo otra vez haciendo círculos. Alzas tus nalgas, separas tus muslos, te preparas, aprietas…, relajas…, aprietas…, relajas, sabiendo perfectamente la manera de controlar ese músculo tan íntimo y de repente relajas…, y quedas esperando que empuje con suavidad la última porción de tu deseo. El grosor y la longitud te hacen resoplar con fuerza cuando sientes tu cuerpo invadido por completo, por primera vez en tu entrada trasera.
Y comienzas a apretar de nuevo, contrayendo, moviendo tus caderas buscando el dedo que se apoye sobre lo que asoma y lo haga vibrar en tu interior.
Tus labios se han desplegado completamente y un fino hilo de tu flujo cuelga balanceándose con tus movimientos. Las rodillas te flojean y tu respiración es cada vez más agitada. Comienzas a buscar mi mano con tus nalgas casi con desesperación y en uno de tus movimientos mi dedo activa el sistema de vibración del dildo que comienza a retumbar dentro de ti con la máxima potencia. Te contorsionas poseída por esa sensación que te lleva a agitarte sin tregua. Te dejo así unos segundos, jadeante por ese placer oculto y desconocido para ti, y cuando menos lo esperas te doy una fuerte cachetada entre tus muslos, haciendo que tus flujos impregnen la palma de mi mano, estiras tus piernas, aprisiono con fuerza tu vulva entre mis dedos, gimes con fuerza y, al sentir ese pellizco en el clítoris comienzas a convulsionarte corriéndote desinhibida con ostentosos aspavientos.
Mis dedos resbalan de tu pequeño botón y te abandono a tu suerte durante unos instantes, hasta que comienzas a calmarte. Apago el juguete. Recuperas poco a poco la calma y sientes de nuevo esa infernal tracción tirando de tu interior. Relajas con maestría y el dildo sale suavemente dejándote recuperar tu estado de paz.
Asciendo acariciando tus piernas con mis manos, subiendo por tus caderas, alargando el contacto por tu costado, recostándome sobre ti, y te susurro:
-Ya hemos compartido nuestro secreto, solo nos queda disfrutarlo cuando deseemos.
Te besé en los hombros y quedamos inmóviles mientras pensabas todo lo que te quedaba por disfrutar.
Excelente descripción de un momento tan intimo,cuanta emoción ,cuanto deleite,cuanto disfrute,cuanta unión.Me encanto,como siempre Rafa García elevas mis emociones,y es un placer leerte.
ResponderEliminarMuchas gracias por leerlo y por tu comentario Ana. Es un honor saber que te ha gustado.
EliminarExcelente primera vez donde mezcla confianza, entrega, complicidad.
ResponderEliminarDonde el deseo a lo desconocido es el propio placer.
Excelente descripción de un momento tan intimo es un placer leerte.
ResponderEliminarBuenos días
llego desde la iniciativa Seamos seguidores, espero verte por mi blog Nomáscuentosdeprincesas
Saludos