Hacía poco que se conocían, pero eso no impedía que a ella le naciera una sonrisa cada día al pensarle. Sábado por la noche. Habían cenado juntos en su casa, mientras veían varios capítulos de alguna serie, que, para que mentir, acordarse del nombre siempre fue lo de menos. Él no podía quedarse a dormir, algo que a ella le pintaba ligeramente el corazón de tristeza. Le gustaba saberle a su lado en el colchón, aun con espacio entre ellos, pero el solo hecho de poder estirar el brazo y tocarle, bien le valía una nueva sonrisa. Abrir los ojos y poder reflejarse en el brillo de los suyos, mientras la luz de un nuevo día entraba tímidamente en el dormitorio, era más que suficiente para colorear su semana de colores y alegría.
Se encaminaron a la puerta de entrada, ella le abrió, y, al mirarle, notó como desde su estómago salían dos palabras como si de una erupción volcánica se tratara. Cerró la boca, para no dejarlas escapar, las saboreó en su paladar, las masticó, las tragó y esperó que se perdieran de nuevo en su interior, y su mente las encerró de nuevo en su corazón, bajo llave. “nos vemos mañana, ten cuidado con el coche” balbuceó cobardemente. Un beso, más bien varios, un abrazo.
Puerta cerrada.
Se llevó la mano a su garganta, se encaminó al baño, abrió el grifo y se lavó la cara. Se miró en el espejo, extrañada ante lo que le acababa de pasar. Siempre se había considerado una cobarde en cuestión de sentimientos. Cuando creía sentir por alguien no se cortaba a la hora de soltárselo de sopetón, él se asustaba y la dejaba: era la forma perfecta para no tener que dar explicaciones y huir de sus propios sentimientos. Ellos desaparecían, y ella se relajaba, otra no relación que se quedaba en el aire, y acababa sonriendo.
Pero… esta noche… nunca le había pasado estar a punto de decir estas dos palabras, y menos aún tan pronto. "Tan pronto" se dijo a sí misma en voz alta, quien dictaba el calendario?, quien decidía los tempos en cuanto a sentimientos se trataba? Cuando se supone que era el momento adecuado?. Es cierto que este chico le gustaba, se sentía a gusto a su lado, conversación fluida, risas, miradas, caricias, le gustaba su intelecto, irónico como ella, todo fluía, estaba relajada, sin mareos de otros tantos que solo la querían para venirse dentro de ella. No, el la respetaba, y eso le gustaba, quería conocerla como persona, como mujer. Se sentía atraída por él, y en la cama… se sorprendió de la forma en que supo como manejarla desde la primera noche.
Por primera vez quiso no asustarle, quiso aguantar, que fuera el quien decidiera los “tempos” de su relación, dejar que todo fluyera, pasó gran parte de la noche en vela, pensando en sus sentimientos, dejándolos salir para aclarar su cabeza, esa que no paraba nunca de darle la vuelta a todo, de pensar, de intentar desenredar nudos que no existían. Y por primera vez, desde su divorcio se dio cuenta que quería llegar a vivir con él, ella que siempre se jactaba de relaciones con dos viviendas, de tener cada uno su espacio y juntarlos de vez en cuando; estaba deseando poder tenerle todas las noches a su vera; presentarle a sus hijos, a su familia, y todos sus grupos de amigos. Y entonces, de su garganta fluyeron las dos palabras vetadas por su mente a sabiendas que no volvería a pronunciarlas hasta saberse segura a su lado "Te quiero”.
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